14 de febrero de 2018

Semblanza de belarmino Tomas (I)

Belarmino Tomás, casi una biografía
Belarmino Tomas visto por el lápiz de  Alfonso Zapico
Cuando Belarmino Tomás subió en el automóvil aquel que lo llevaría ante López Ochoa, el asunto de la valentía ocupaba probablemente muy poco espacio en su cabeza
Belarmino Tomás. (LNE)
Tenía 42 años, el cargo de Presidente de la Federación Nacional de Mineros, trabajó en la mina de San Vicente, la casa de Gargantada... la estabilidad que todo eso representaba no era demasiado comparando con todos aquellos 42 años de vida. En la Casa del Pueblo de Sama había leído novelas de Palacio Valdés; había leído «La aldea perdida», y ese mundo idílico de la provincia montañosa verde y campesina, que se iba descomponiendo con las minas y el ferrocarril, le había parecido absurdo.

'Belarmino, uno más de los sin nada' (Asturias Mundial)
Porque Belarmino contaba en las charlas de chigre que su padre, Sandalio, había sido minero; y que su madre, Cándida, había sido campesina. Pero sabía que Sandalio era lo mismo minero que pinche de la construcción, que cargador, que cualquier cosa. Que había llegado a Lavandera huyendo del paro que había en Lieres. Que había encontrado donde vivir en la casa de una viuda, Teresa. Que Teresa tenía una hija, Cándida, y ni un solo metro de tierra para cultivar; que se mantenía de lo que el hospicio de Oviedo le daba por cuidar algún huérfano, y que había empezado a no tener nada mucho antes que la mayor parte de los hombres y las mujeres de su provincia.
Belarmino sabía que cuando nació, un 29 de abril de 1892, Sandalio no acompañó a Cándida al Juzgado. Sabía que a los once meses los tres marcharon de Lavandera, y que Sandalio trabajó debajo del agua doce horas diarias durante muchos años, apuntalando los pilotes del hermoso puerto que se estaba levantando. Sabía que había vivido en una habitación de El Llano entonces, y también después, cuando nacieron las dos primeras hijas.
Tomás, durante un discurso en Gijón en plena Guerra Civil. (El Comercio)
Recordaba que tuvieron que subir de nuevo a Lavandera, y que una mañana Sandalio lo llevó a las minas de yeso de La Sierra, donde los dos tuvieron trabajo. Que él, Belarmino, con sus once años, se metía por agujeros tan estrechos que apenas dejaban respirar.
Recordaba que el trabajo no duró mucho, porque una gran vía estaba construyéndose al borde de la casa de Teresa, por donde pasaría el tren que jamás llegaría a unir El Musel con las minas de San Martín del Rey Aurelio, y que había podido colocarse como pinche en las obras.
Recordaba la buena cantidad de gallegos, leoneses y castellanos, que cayeron de pronto sobre Lavandera para trabajar en la vía. Recordaba cómo la casa de Teresa se había reducido al piso pequeño de arriba, donde convivían 10 persones, porque en el de abajo hubo que dar pensión a «los gallegos», para sacar un dinero extra. Recordaba el atardecer aquel en que Sandalio tundió a «un gallego» de espalda ancha que se levantó del suelo con la navaja reluciente; y cómo él, Belarmino, había agarrado sin más discusiones la piedra más grande que podía coger para azotarla en la cabeza del «gallego». Luego las obras se suspendieron sin razón alguna, y la familia había arreado otra vez para Gijón. Había vivido en una casita por Ceares, trabajando en las obras, y luego en una fábrica de ladrillo. Había visto las huelgas de los trabajadores del muelle, las peleas de las pescaderas, el cuerpo del recién nacido aquel que había estado flotando dos días en el Piles. Y los acuchillados por la noche, y las casas de mujeres, y los locos y los deformes...
Consejo Interprovincial de Asturias y León, Belarmino Tomas en el centro. (El Comercio)
Recordaba su primera hermana, Paz, trabajando en el servicio en la casa de un doctor. Cómo la mujer del doctor era muy elegante y decía que Paz era una marrana, y cómo él había bajado un día a casa de la señora, le había repetido todas las lindezas que había aprendido en asturiano, en gallego y en castellano, y se había llevado a su hermana. Otros se habían hecho albañiles, aprendieron a conocer una máquina, o fueron guardias civiles, o empleados de la municipalidad o manejaron un tranvía. Sandalio y Belarmino, no. «Los salarios que se pagaban por aquel entonces no daban lo suficiente para poder vivir», contaba Belarmino, así que la familia se fue a probar suerte en la cuenca de Langreo. Alquilaron una casa en Pando, siempre la más ruinosa, y los dos hombres, uno con 13 años, fueron a trabajar a las obras. Sandalio pidió favores y Belarmino entró de ayudante de herrero en la Tornillería del Nalón. Luego siguió el rastro de Sandalio hasta La Teyerona, la fábrica de ladrillos refractarios de La Felguera. Cargaba y descargaba; las hermanas trabajaban en las escombreras de las minas, y Belarmino recordaba bien la tarde en que el jefe pasaba de largo por el patio, y la necesidad que sintió, y cumplió, de sacudirle un ladrillazo. No acertó, pero fue despedido «por revolucionario».
«Esto sucedía en el mes de febrero de 1906» -cuenta Belarmino-. En marzo de 1906 empezó a trabajar en el quinto piso de Carbones Asturianos, donde se afilia por primera vez a la Agrupación Socialista, «única organización que existe y que funciona a base múltiple». De allí, al Fondón, a una explotación donde trabajaba Manuel Llaneza. En esta mina a la hora de comer se entablaban conversaciones donde se hablaba de socialismo..., tertulia a la que nunca faltaba «el guaje». Así lo llamaban Llaneza y los otros.
Libro - 'Belarmino. Uno más de los sin nada'. (Bubok)
Recordaba que Llaneza y los compañeros habían sido despedidos. Recordaba sus primeros paseos por las aldeas, los primeros cortejos y las primeras batallas campales con el garrote y los puños.
Se acordaba de haber sido a los dieciséis años tesorero del primer sindicato minero de la provincia, El Despertar del Minero, del que era secretario general José María Martínez; y del que años después, en noviembre, ya vuelto Manuel Llaneza, él, Belarmino, había sido el único miembro del «Despertar del minero» que asistió a la reunión en la que se formaría el Sindicato Provincial de Mineros Asturianos.
Desde ahí su vida se fundía con la de el sindicato. Formaba secciones, y cuando en mayo de 1911 hubo que hacer una huelga general para ganar el respeto de los mineros y de los patrones, Belarmino bajó con unos cuantos y voló los castilletes de los planos y las lampisterías de las minas del valle de Aller, que trabajaban con esquiroles. De regreso, dinamita en mano, había recorrido una por una las minas del Nalón provocando la huelga, incitándola, forzándola, intimando lo que hubiera que intimar.
No había sido fácil. Nunca nada había sido fácil. Ni siquiera cortejar a Severina, que era una de las mozas guapas de Gargantada, y que recibiría de su padre una cantidad nada despreciable de tierra.

«Era feísimu», decía Severina, «¡Pero tenía una personalidad, un... qué se yo, fíu!».

Se había casado, había seguido formando secciones, había sido presidente del Sindicato Provincial de Labradores.
Belarmino Tomas en 1937,en el muelle de Gijón, pasando revisión a las tropas. (El Comercio)
Y entonces la huelga, la huelga general de 1917... «Tomé parte muy activa en la preparación del movimiento revolucionario, habiendo formado parte del Comité Revolucionario de Langreo. Este comité me encargó la misión de ser enlace con el Comité Provincial que se encontraba en Oviedo», Recordaba después.
Y también que desde entonces, ir a salto de mata era una nueva costumbre. Escapar tras el fracaso del movimiento, ir a parar a unas minas de Teruel, ser presidente del Sindicato Minero Asturiano en 1919, y salvarse de milagro de la escabechina que la Guardia Civil hizo en Moreda al matar a trece mineros. (CONTINUA)
Belarmino Tomás nombrado COMISARIO GENERAL DEL AIRE del Gobierno de la República en Barcelona. (Blog el Comercio)
FUENTE: RAFAEL FERNÁNDEZ ÁLVAREZ (LNE)

LA NUEVA ESPAÑA publicó dos documentos inéditos de Rafael Fernández.
  1. En el primero de ellos, el primer presidente del Principado analiza la figura del Belarmino Tomás, su primer suegro y, además, histórico líder socialista asturiano que presidió en 1937 el Consejo Soberano de Asturias y León.
  2. En el segundo escrito de Rafael Fernández hace un análisis de los paralelismos y diferencias políticas entre la Asturias que abandonó en el año 1937, y la que se encontró a su vuelta de México en 1977.
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