Belarmino Tomas visto por el lápiz de Alfonso Zapico |
Cuando Belarmino Tomás subió en
el automóvil aquel que lo llevaría ante López Ochoa, el asunto de la valentía
ocupaba probablemente muy poco espacio en su cabeza
Belarmino Tomás. (LNE) |
Tenía 42 años, el cargo de Presidente de la Federación Nacional de
Mineros, trabajó en la mina de San Vicente, la casa de Gargantada... la
estabilidad que todo eso representaba no era demasiado comparando con todos
aquellos 42 años de vida. En la Casa del Pueblo de Sama había leído novelas de Palacio Valdés;
había leído «La aldea perdida», y ese mundo idílico de la provincia montañosa
verde y campesina, que se iba descomponiendo con las minas y el ferrocarril, le
había parecido absurdo.
'Belarmino, uno más de los sin nada' (Asturias Mundial) |
Porque Belarmino contaba en las charlas de chigre que su padre,
Sandalio, había sido minero; y que su madre, Cándida, había sido campesina.
Pero sabía que Sandalio era lo mismo minero que pinche de la construcción, que
cargador, que cualquier cosa. Que había llegado a Lavandera huyendo del paro
que había en Lieres. Que había encontrado donde vivir en la casa de una viuda,
Teresa. Que Teresa tenía una hija, Cándida, y ni un solo metro de tierra para
cultivar; que se mantenía de lo que el hospicio de Oviedo le daba por cuidar
algún huérfano, y que había empezado a no tener nada mucho antes que la mayor
parte de los hombres y las mujeres de su provincia.
Belarmino sabía que cuando nació, un 29 de abril de 1892, Sandalio no
acompañó a Cándida al Juzgado. Sabía que a los once meses los tres marcharon de
Lavandera, y que Sandalio trabajó debajo del agua doce horas diarias durante
muchos años, apuntalando los pilotes del hermoso puerto que se estaba
levantando. Sabía que había vivido en una habitación de El Llano entonces, y
también después, cuando nacieron las dos primeras hijas.
Tomás, durante un discurso en Gijón en plena Guerra Civil. (El Comercio) |
Recordaba que el trabajo no duró mucho, porque una gran vía estaba
construyéndose al borde de la casa de Teresa, por donde pasaría el tren que
jamás llegaría a unir El Musel con las minas de San Martín del Rey Aurelio, y
que había podido colocarse como pinche en las obras.
Recordaba la buena cantidad de gallegos, leoneses y castellanos, que
cayeron de pronto sobre Lavandera para trabajar en la vía. Recordaba cómo la
casa de Teresa se había reducido al piso pequeño de arriba, donde convivían 10
persones, porque en el de abajo hubo que dar pensión a «los gallegos», para
sacar un dinero extra. Recordaba el atardecer aquel en que Sandalio tundió a «un gallego» de
espalda ancha que se levantó del suelo con la navaja reluciente; y cómo él,
Belarmino, había agarrado sin más discusiones la piedra más grande que podía
coger para azotarla en la cabeza del «gallego». Luego las obras se suspendieron sin razón alguna, y la familia había
arreado otra vez para Gijón. Había vivido en una casita por Ceares, trabajando
en las obras, y luego en una fábrica de ladrillo. Había visto las huelgas de
los trabajadores del muelle, las peleas de las pescaderas, el cuerpo del recién
nacido aquel que había estado flotando dos días en el Piles. Y los acuchillados
por la noche, y las casas de mujeres, y los locos y los deformes...
Consejo Interprovincial de Asturias y León, Belarmino Tomas en el centro. (El Comercio) |
«Esto sucedía en el mes de febrero de 1906» -cuenta Belarmino-. En
marzo de 1906 empezó a trabajar en el quinto piso de Carbones Asturianos, donde
se afilia por primera vez a la Agrupación Socialista, «única organización que
existe y que funciona a base múltiple». De allí, al Fondón, a una explotación
donde trabajaba Manuel Llaneza. En esta mina a la hora de comer se entablaban
conversaciones donde se hablaba de socialismo..., tertulia a la que nunca
faltaba «el guaje». Así lo llamaban Llaneza y los otros.
Libro - 'Belarmino. Uno más de los sin nada'. (Bubok) |
Se acordaba de haber sido a los dieciséis años tesorero del primer
sindicato minero de la provincia, El Despertar del Minero, del que era
secretario general José María Martínez; y del que años después, en noviembre,
ya vuelto Manuel Llaneza, él, Belarmino, había sido el único miembro del «Despertar
del minero» que asistió a la reunión en la que se formaría el Sindicato
Provincial de Mineros Asturianos.
Desde ahí su vida se fundía con la de el sindicato. Formaba secciones,
y cuando en mayo de 1911 hubo que hacer una huelga general para ganar el respeto
de los mineros y de los patrones, Belarmino bajó con unos cuantos y voló los
castilletes de los planos y las lampisterías de las minas del valle de Aller,
que trabajaban con esquiroles. De regreso, dinamita en mano, había recorrido
una por una las minas del Nalón provocando la huelga, incitándola, forzándola,
intimando lo que hubiera que intimar.
No había sido fácil. Nunca nada había sido fácil. Ni siquiera cortejar
a Severina, que era una de las mozas guapas de Gargantada, y que recibiría de
su padre una cantidad nada despreciable de tierra.
«Era feísimu», decía Severina, «¡Pero tenía una personalidad, un... qué
se yo, fíu!».
Se había casado, había seguido formando secciones, había sido
presidente del Sindicato Provincial de Labradores.
Belarmino Tomas en 1937,en el muelle de Gijón, pasando revisión a las tropas. (El Comercio) |
Y también que desde entonces, ir a salto de mata era una nueva
costumbre. Escapar tras el fracaso del movimiento, ir a parar a unas minas de
Teruel, ser presidente del Sindicato Minero Asturiano en 1919, y salvarse de
milagro de la escabechina que la Guardia Civil hizo en Moreda al matar a trece
mineros. (CONTINUA)
Belarmino Tomás nombrado COMISARIO GENERAL DEL AIRE del Gobierno de la República en Barcelona. (Blog el Comercio) |
FUENTE: RAFAEL FERNÁNDEZ ÁLVAREZ (LNE)
LA NUEVA ESPAÑA publicó dos
documentos inéditos de Rafael Fernández.
- En el primero de ellos, el primer presidente del Principado analiza la figura del Belarmino Tomás, su primer suegro y, además, histórico líder socialista asturiano que presidió en 1937 el Consejo Soberano de Asturias y León.
- En el segundo escrito de Rafael Fernández hace un análisis de los paralelismos y diferencias políticas entre la Asturias que abandonó en el año 1937, y la que se encontró a su vuelta de México en 1977.
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