El gran movimiento de mercado
para poner en valor la obra de Nicanor Piñole
Autorretrato de Nicanor Piñole en el museo Nicanor Piñole |
El pintor gijonés fue
recibido por el Papa Pablo VI, quien le concedió un reconocimiento, y dos de
sus óleos se incorporaron a salas del Vaticano
El Papa Pablo VI recibió a Nicanor Piñole |
Ya el
destino existencial lo había marcado desde los primeros meses de su existencia,
ya que a los pocos meses de nacer, su joven padre, el capitán Nicanor Piñole,
murió en el puente de mando del "Asturias", uno de los vapores más
queridos por el empresario Melitón González García. De aquí que su benefactor
fuese desde entonces aquel ejemplar naviero gijonés, que lo apadrinó y durante
los dos años que le quedaban de vida hizo que nada le faltase. Tal como
recuerda en su espléndido libro "Los pilares de Gijón", Francisco
Prendes Quirós, aquel emprendedor nacido en el barrio de Ceares fue quien
inicialmente dio el respaldo a dos emblemáticos pintores gijoneses: su sobrino
carnal, Evaristo Valle, y su prohijado, Nicanor Piñole.
Nicanor Piñole. (Pinterest) |
Las
montañas asturianas llenaron su paleta de colores.
Tras la
Guerra Civil -tragedia que le inspiró tétricos cuadros como "El
refugio"- en la primavera de 1941 el ilustrado Pedro González Coto llevó a
su humilde buhardilla en la plaza de Europa a José Ramón Lueje -un afable
inspector de Hacienda, cuya pasión más grande era la montaña- con quien
recorrió durante muchos años sin cansancio alguno las montañas asturianas.
Algunos veranos los pasó en aquel bucólico Lario, en la montaña oriental
leonesa, hospedándose en la desaparecida "Casa Lupercio", donde no
paraba de pintar extasiado ante el pico Mampodre. Tal como testimonió José
Ramón Lueje -frase recogida en la primera biografía escrita por mí sobre el
insigne montañero que tantos senderos abrió, en el año 2003, "Lueje, el
amante de la montaña"- "Piñole no quería admitir tregua diciendo que
era viejo y que le restaba mucha Alta Asturias sin conocer". Grandiosas
montañas y fértiles tierras que llenaron su paleta de colores, que ya para
siempre guardaría dentro de su cabeza.
Piñole en Soto de Valdeón. 1944 |
El día
que el triunfo llamó a su puerta.
Mientras
Nicanor Piñole seguía ganándose la vida a base de pintar retratos por encargo y
sus famosos gallos, siempre en silencio y solitario en su estudio de la plaza
de Europa, a principios de la década de los setenta alguien llamó a su puerta y
le compró una ingente cantidad de cuadros. El viento soplaba de popa en la
economía asturiana y muchos empresarios comprendieron la importancia de
invertir en Arte para revalorizarlo. Uno de ellos fue el industrial naviero Francisco
Javier Sitges -la mente de Nicanor Piñole recordó entonces el barco
"Asturias" donde su padre perdió la vida- quien, sin escatimar
gastos, montó una espectacular operación de imagen. El responsable de todo
aquello fue el imaginativo Agustín Menéndez "Santarua" -quien también
creo el Museo de Anclas de Salinas, la ceremonia anual en su Candás natal de la
"Unión de los océanos" a la que hasta asistió don Juan de Borbón, y
la Cofradía de la Buena Mesa de la Mar- que supo movilizar a prestigiosos escritores
para que publicasen libros que ensalzasen la obra pictórica de Nicanor Piñole.
Nicanor Piñole, pintando en Lario (León) |
Debido a
ello, la primera exposición de esta etapa triunfal fue en 1973 en la sede de
"Repsol" en el paseo de Recoletos. Los únicos periodistas que
cubrimos la rueda de prensa fuimos Carmen Rigalt -quien me confesó que no tenía
ni idea de quién era Piñole- y yo publicándose mi crónica en primera página a
cuatro columnas en el periódico local, como si fuese la noticia más importante
de la jornada. A los pocos días el vespertino "Pueblo", que dirigía
el polémico Emilio Romero -quien un día en su despacho de la calle de Huertas
me aclaró su filosofía existencial: "Yo no me vendo, sólo me
alquilo"- designó a Nicanor Piñole como "el pintor más popular del
año".
También
lo recibió, en audiencia oficial acompañado por su esposa Enriqueta Ceñal, el
Papa Pablo VI, concediéndole la Medalla de Oro de su pontificado y dos de sus
óleos fueron incorporados a las nuevas salas de pintura moderna del Museo
Vaticano. Nicanor Piñole dijo entonces que el Papa lo había tratado como un
padre y Salvador Dalí como un hermano, así como que le gustaría viajar a
América donde nunca había estado. También aquel año lo recibió el Jefe del
Estado, Francisco Franco, y no se quedó atrás el Centro Asturiano de Madrid,
otorgándole su popular "Manzana de Oro". Al año siguiente, el
gobierno le concedió la Medalla de oro al Mérito de las Bellas Artes y la
Academia de las Bellas Artes tampoco dudó en nombrarle académico de Honor, tras
haber organizado una espectacular exposición antológica compuesta por
seiscientos cuadros en el Museo de Arte Moderno de Madrid.
Autorretrato de Nicanor Piñole. (Enciclopedia de Oviedo) |
A la
celebración de su centenario, el 6 de enero de 1978, asistió hasta el famoso
fotógrafo catalán Alberto Schommer y, a los pocos días, la vela de su existencia
se apagó sin estridencia alguna muriendo en pie como los robles que tanto había
pintado por Asturias.
Quien
contribuyó inicialmente a todo aquel montaje fue el crítico de Arte Jesús Villa
Pastur, que así escribió sobre Piñole: "Su vida apenas presenta relieves
pintorescos ya que fue una vida sencilla, humilde y entrañable, en la que se
puede señalar la fisura tardía entre el laboral constante y resignado y la
eclosión de la fama. No deja de ser curioso que Piñole, reconocido como gran
pintor desde los años iniciales de aprendizaje por todos sus compañeros, fuese
casi un desconocido para los rectores oficiales del arte y para los aficionados
a la pintura. Incluso hoy, después de haber recibido los máximos honores a que
un pintor puede aspirar, sigue siendo, en muchos sentidos, casi ignorado por el
público en general y por muchos gerifaltes de la crítica actual".
Tras su
muerte, Enriqueta Ceñal -al advertir que en el mercado había cuadros de Piñole
que no habían sido pintados por él, sino por algún avispado émulo asturiano de
Elmyr de Ory- encargó al notario burgalés Germán Cabrero Gallego que
autentificase las obras que todavía quedaban en su poder estampando su firma y
sello por delante de todos los cuadros.
"¡Qué
barbaridad!", como exclamaría Juan Ramón Pérez las Clotas
FUENTE:
MANUEL DE CIMADEVILLA | PERIODISTA Busto de Nicanor Piñole de Manuel Álvarez Laviada. |
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