13 de junio de 2017

Antonio Martínez Fernández, “Meana”

La reacción de Meana
Ilustración de Alfonso Zapico
La historia de cómo el mierense Antonio Martínez Fernández ajustició de un disparo a un falangista que pretendía matarlo tras la Guerra Civil
Ilustración de Alfonso Zapico
Para hablar de Meana en la posguerra había que bajar la voz. Su historia le convirtió en un mito para quienes sufrían cada día los abusos de los matones que habían ganado la guerra. La he oído contar muchas veces y no siempre de la misma forma, pero la versión que hoy traigo a esta página es seguramente la que más se acerca a la realidad, puesto que sale del testimonio de su propio entorno gracias a su sobrino Celso Fernández Martínez, uno de los históricos reorganizadores de la UGT en los años de la transición 
De izquierda a derecha, Antonio Martínez Fernández, 'Meana'; Óscar García, y Manolé Grossi
Antes de nada, tenemos que aclarar que "Meana" en realidad se llamaba Antonio Martínez Fernández, aunque las circunstancias hicieron que su verdadero nombre pasase a un segundo plano. Perteneció a una familia muy conocida en Mieres, con raíces en Morcín, desde donde llegaron sus padres Manuel y Rita, abandonando la aldea para buscar la seguridad económica que entonces ofrecía esta villa.
Aquí se establecieron primero en Aguaín, para pasar en 1925 hasta el barrio de El Peñón, cerca de Requejo y Manuel entró en la mina antes de convertirse en guardia forestal de Fábrica de Mieres.
Meana fue uno de los nueve hijos de aquella pareja: tres mujeres y seis hombres, dos de los cuales murieron en el frente de Teruel y otro, Avelino Martínez, el primogénito, fue fundador de Izquierda Republicana en Mieres y teniente de alcalde con Ramón González Peña.
Avelino pagó su tributo por estos antecedentes y fue encarcelado tras la guerra civil hasta 1944; después logró integrarse en la sociedad de la posguerra y llegó a ser secretario del Colegio Oficial de Ingenieros Técnicos de Minas de Asturias y Galicia durante 20 años. Una biografía interesante, que fue publicada en 1999 junto a sus escritos de la prisión por Celso y su hija Minerva en el libro "Añoranzas y recuerdos. Apuntes desde la celda (1937-1943)".
Ilustración de Alfonso Zapico
Antonio Martínez, "Meana", había nacido el 13 de junio de 1911 y también trabajó en la mina. Cuando los violentos acontecimientos de los años 30 trastocaron su vida para siempre, como les sucedió a otros cientos de familias en la Montaña Central tenía la categoría de vigilante y militaba en las Juventudes Socialistas.
Según el informe autobiográfico que elaboró en los años 70 y que se conserva en los archivos socialistas, combatió en Asturias y tras la caída de la región en octubre de 1937 se desplazó a Cataluña para integrarse en el Batallón de Transportes de Aviación en el Ejército de la República, luego, en enero de 1939, cuando el frente bélico catalán se estaba hundiendo, fue movilizado para un batallón de choque hasta que su grupo quedó copado y cayó prisionero. Gracias a su nombre supuesto pasó por diferentes cárceles y campos de concentración antes de ser identificado y trasladado a Oviedo. Un retraso que le hizo estar entre los acusados del primer consejo de guerra ordinario que se celebró en Asturias, lo que seguramente evitó que fuese fusilado, aunque siguió su condena en diferentes presidios, entre ellos la Colonia Penitenciaria de Carbones Asturianos de La Nueva, sobre cuyo funcionamiento mandó un informe desde el exilio a José Barreiro.
Tras ser puesto en libertad, siguió militando y formó parte del primer Comité Ejecutivo de la FSA-PSOE, reorganizado clandestinamente en octubre de 1943, y en otros posteriores -siempre según su propio testimonio- "hasta que huyendo de las represalias me tiré al monte". Ahora nos toca a nosotros extendernos en el significado de esta última frase.
Ilustración de Alfonso Zapico
Cuando Meana se vio en la calle intentó rehacer su vida e inició una relación sentimental en Ablaña, donde había trabajado en los cargaderos de carbón. Por ello estaba obligado a desplazarse en ferrocarril desde Mieres las tardes de cortejo. Estas visitas eran aprovechadas por un grupo de falangistas que acostumbraban a jugar la partida en una cantina cercana a la estación y conocían su historia y la de sus hermanos para provocarle cuando lo veían atravesando el andén.
Con la seguridad que les daba su impunidad, de los insultos pasaron a la acción; de los empujones y zancadillas a las bofetadas, y por fin a las palizas, los culatazos con sus pistolas y las amenazas de muerte. Hasta que la indignación pudo más que la paciencia.
Decidido a poner freno a los abusos, Meana solicitó una pistola a los "fugaos" que andaban por los montes de Tablao y una tarde la escondió entre sus ropas antes de marchar hasta Ablaña. Al bajar del tren pudo ver que alguien lo esperaba. Se trataba de Jamín "el de la luz", al que también llamaban "el Curín"; uno de los agresores habituales, que antes había anunciado a sus compañeros que él iba a divertirse de otra manera en vez de seguir la partida. Lo vieron encañonar a su víctima para obligarle a dirigirse hacia la zona de los servicios con la intención de abrir fuego sobre él. Luego, los dos hombres desaparecieron en la oscuridad y se oyó un tiro.
Ilustración de Alfonso Zapico
Alguien pronunció en la mesa de juego su sentencia: "Ya cayó el pájaro". Y no se equivocaba, aunque seguramente aquel "pájaro" no era el que estaban esperando. La supuesta víctima apareció en la puerta ante la sorpresa de todos disparando su arma, hasta que se le encasquilló y tuvo que huir rápidamente perseguido por los compañeros de "el Curín" que agotaron sus cargadores contra la oscuridad que rodeaba la estación. Entonces la suerte volvió a cambiar de bando y Meana pudo escapar subiéndose al vagón de un convoy de mercancías. Pasado el primer susto comprobó que una bala lo había alcanzado. La herida y el temor a que lo estuviesen esperando en la próxima parada lo hicieron saltar a la altura de Peñamiel para escapar por el monte hasta La Piñera, de Morcín, donde pudo esconderse en casa de una de sus hermanas. Ya recuperado, decidió que debía seguir su lucha en el monte y se unió a la resistencia socialista hasta que la noche del 23 de octubre de 1948 formó parte del contingente de 29 guerrilleros que abandonó Asturias por el puerto de Luanco y que aparecen en esa foto mil veces repetida en los libros de historia rodeando a Indalecio Prieto tras llegar a Francia.
Meana estableció su residencia en una pensión de Belfort, en el Franco Condado, trabajando en un desguace y como peón de la construcción tuvo ocasión de ayudar a construir el puente de esa ciudad. Allí fue desde 1950 tesorero del grupo socialista local y permaneció 26 años antes de que la muerte de Franco le permitiese volver a España.
Ilustración de Alfonso Zapico
Mientras tanto su familia sufrió en España las consecuencias de su acción. La casa de El Peñón, donde aún vivían sus padres junto a dos hermanas y un hermano tuvo que reforzar su puerta ante las amenazas que se repetían cada madrugada; hasta que una noche Manuel, el padre, ya mayor, salió a la ventana con un cartucho de dinamita anunciando una masacre si no cesaba aquella situación.
En Belfort, Meana nunca se casó y vivió su soledad sostenido por el recuerdo de sus familiares, que lo visitaron cuando pudieron, sufriendo como represalia la retirada de sus pasaportes. También tuvo el apoyo de sus amigos del exilio, con los que mantuvo una correspondencia frecuente.
A José Barreiro le contaba el 4 de abril de 1972 esta circunstancia: "No sé si sabrás que el ojo derecho ya hace tiempo que lo he perdido. El otro lo tenía en tratamiento y hace dos semanas que me quedé casi ciego. Si te digo la verdad, si no fuese por mi familia ya me hubiese colgado hace tiempo". Otro de sus íntimos fue Manolé Grossi, quien residía en Brignoles. A pesar de la distancia y de las diferencias políticas, ambos procuraron encontrarse tanto en Francia como cuando regresaron a España. De una de las cartas que este le envió a Oscar García, y que hemos publicado hace unos años, deducimos que Meana pudo haber visitado México en 1978: "No estoy seguro, pero como en una ocasión me había dicho que disponía de un poco de "calcetu" y que pensaba el dar el salto a México, en plan de paseo, por eso no se me hace extraño eso que alguien le ha dicho a su hermana de que le habían visto por el país de Pancho Villa". Lo cierto es que por aquellos meses sí estuvo en Mieres, aunque aún tardó unos años en volver para asentarse definitivamente, algo que Manolé no comprendía y así se lo hizo saber a Oscar en abril de 1980: "Continúo esperando noticias de Meana, que según parece se vuelve a encontrar por Belfort. Ignoro lo que le ha arrastrado para retornar a aquel país de temperatura bajo cero en todo momento. Puede ocurrir que no tenga bien arreglado lo de la jubilación y en este caso se vea obligado a viajar en permanencia".
Finalmente, Antonio Martínez Fernández, "Meana", sí pudo pasar sus últimos momentos en su tierra y ahora descansa aquí para siempre.
Ilustración de Alfonso Zapico
FUENTE: ERNESTO BURGOS-HISTORIADOR


Ernesto Burgos Fernández nació en Mieres (Asturias) el 7 de julio de 1957.
Licenciado en Geografía e Historia por la Universidad de Oviedo (1979). Diploma de Estudios Avanzados en Arqueología Histórica («La romanización en las cuencas mineras del sur de Asturias» 2006).Profesor de Educación Secundaria, ha trabajado en los institutos «Juan de Herrera» (Valladolid), «Sánchez Lastra» (Mieres), «Camino de La Miranda» (Palencia), «Valle de Aller» (Moreda) y desde 2006 en el IES «Mata Jove» de Gijón. En el año 2016 el reconocido historiador mierense fue distinguido con el reconocido galardón anual de  “Mierense del año”.

Alfonso Zapico (Blimea, Asturias, 1981). Ilustrador y autor de cómic español, trabaja como profesional gráfico desde 2006.
Ha realizado ilustraciones, diseños, animaciones y campañas para diversas agencias de publicidad, editoriales o instituciones. Ha trabajado en proyectos educativos del Principado de Asturias (Aula Didáctica de los Oficios) e impartido talleres de ilustración en centros educativos de Asturias y Poitou-Charente (Francia).
Colaborador de diarios regionales asturianos (La Nueva España, Cuenca del Nalón), como autor de cómic ha publicado varias obras: La guerre du professeur Bertenev (Paquet/Dolmen 2006), Café Budapest (Astiberri 2008), Dublinés (Astiberri 2011) o La ruta Joyce (Astiberri 2011). Sus títulos más recientes son El otro mar (Astiberri 2013), auspiciada por la Fundación Mare Australe de Panamá, o Cuadernos d’Ítaca (Trabe 2014). Sus libros han sido traducidos al inglés, francés, alemán o polaco. (…)http://alfonsozapico.com
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