El informe de Don Nicanor
La Nueva España
En mayo de 1968 París vivió la última revuelta romántica de la historia de Europa. Los estudiantes de la Sorbona levantaron los adoquines de las calles para buscar la Libertad que debía esconderse debajo, pero nunca la encontraron. En España las cosas iban más despacio, el franquismo aún gozaba de buena salud y la oposición se movía entre la clandestinidad y las pocas rendijas que dejaba la censura. Era tiempo de huelgas en los tajos y en la Universidad, de intelectuales que iban colando alguna crítica en revistas de poca difusión, canciones-protesta, obras de teatro o películas para minorías y, en medio de aquel ambiente, hasta un sector de la Iglesia empezaba a identificarse con las necesidades de los humildes y las reivindicaciones de los perseguidos.
Nicanor López Brugos en el Puerto Pinos. El religioso se distinguió durante el final del franquismo y los años de la transición por simpatizar abiertamente con las tendencias más progresista dentro de la Iglesia. Abrió el principal templo de Mieres a las asambleas de trabajadores, convirtiéndolo en punta de lanza de la lucha por la democracia. La Nueva España
Nicanor López Brugos (Orzonaga (León) el 1 de marzo de 1929-Gijón 30 de octubre de 2018). Nicanor realizó un «Estudio socio-religioso y de pastoral conjunto de los valles del Caudal, Lena y Aller» es un documento único para conocer cómo era la comarca en los años sesentaIlustración de Alfonso Zapico.
Alfonso Zapico (Blimea, San Martín del Rey Aurelio, Asturias, 1981) es un historietista
e ilustrador español. En 2012, su novela gráfica Dublinés fue galardonada con
el Premio Nacional de Cómic. Entre otros trabajos es de destacar su ambiciosa
obra, La Balada del Norte. Saber más… WIKIPEDIA. |
En mayo de 1968 París vivió la última revuelta romántica de la historia de Europa. Los estudiantes de la Sorbona levantaron los adoquines de las calles para buscar la Libertad que debía esconderse debajo, pero nunca la encontraron. En España las cosas iban más despacio, el franquismo aún gozaba de buena salud y la oposición se movía entre la clandestinidad y las pocas rendijas que dejaba la censura. Era tiempo de huelgas en los tajos y en la Universidad, de intelectuales que iban colando alguna crítica en revistas de poca difusión, canciones-protesta, obras de teatro o películas para minorías y, en medio de aquel ambiente, hasta un sector de la Iglesia empezaba a identificarse con las necesidades de los humildes y las reivindicaciones de los perseguidos.